La imagen clihé de un gran escritor sea tal vez la de un borracho o la de un demente que, en ocasiones, supera la resaca y la desilusión lo suficiente como para poder elaborar una prosa perdurable. Aún así, hablar de ellos es divertido, ¿verdad? Aquí están algunos ejemplos de creadores que llevaron una vida más loca que la ficción:
JACK LONDON
Jack London creció en la pobreza en San Francisco, y por lo tanto la carne le era un lujo que no podía permitirse. A los siete años, robó un pedazo de carne de la cesta de una niña, lo cual ya da una idea de cómo pudo haber escrito con tanto éxito desde la perspectiva de un perro. A los 22 años, se quejó en una carta a su novia, "Ha sido el hambre, nada más que el hambre! No puedes entenderlo, ni nunca lo harás. "Finalmente se convirtió en un autor exitoso, ganando suficiente dinero para comprar tanta carne como quería. Y entonces contrajo la gota y una enfermedad renal por consumir demasiada proteína, una gran cantidad en crudo. Murió a los cuarenta años.
Por eso, cuando London te introduce en la mente de un lobo hambriento en Colmillo Blanco, el tipo sabe de lo que está hablando.
O. HENRY
En sus últimos años, el famoso escritor de cuentos cortos, podía beber de uno a dos litros de bourbon al día. No a diferencia de un elefante, bebería un galón de cerveza sin mostrar ningún rastro de embriaguez. Además de escribir historias, O. Henry dibujó caricaturas, hizo mapas, y fue a la cárcel por malversación de un banco. Estaba tan avergonzado de su convicción que tuvo que cambiar su verdadero nombre, William Sidney Porter, y ocultar su pasado a los editores. Dio a éstos últimos enormes dolores de cabeza, vendiendo sus historias a más de un lugar y exigiendo los pagos cada vez mayores. Pero sus historias fueron tan populares que debieron tener la paciencia para soportarlo. Las historias seleccionadas de O. Henry son para los que tienen el gusto de la brillantez literaria llevándolos a pasar por alto sus excentricidades.
CHARLES DICKENS
En la casa de Dickens no hubo ese amor como en la familia Cratchit de Canción de Navidad. Tuvo nueve hijos con su esposa, Catherine Hogarth, ocho de los cuales sobrevivieron hasta la edad adulta. Cuando Dickens tenía 45 años, dejó a su esposa e hijos por una joven actriz de 18. Aún así, la mayoría de sus hijos nunca dejaron de depender de él económicamente. Se quejó en una carta de "haber criado a la familia más grande jamás conocida con la menor disposición a hacer algo por ellos." Ese drama familiar nunca redujo la producción o la calidad literaria de Dickens. Después de dejar a Catherine, publicó Historia de dos ciudades, Grandes esperanzas, y Nuestro común amigo.
CHARLES BUKOWSKI
Agentes del FBI arrestaron a Bukowski en 1944 por evasión de reclutamiento, pero después de un examen psicológico, fue declarado no apto para el servicio militar. Publicó algunas historias después de eso, llegando a ser desanimado con sus intentos de irrumpir en el mundo literario. Sin embargo, continuó con lo que él llamaba un "borracho de diez años". En Los Ángeles, trabajó en una fábrica de encurtidos y como cartero. Por otro lado bebía de manera descontrolada, llegando a tener numerosos "amoríos de una noche" que conocía en los bares. Estas crudas experiencias alimentaron sus decenas de colecciones de poemas, novelas y guiones; algo que es evidente en el título que eligió para su columna del diario Open City de Los Ángeles: "Escritos de un viejo indecente," más tarde recogido en dos volúmenes.
VICTOR HUGO
Mientras que algunas de las vidas caóticas de los mencionados autores jugaron en contra de su producción creativa y longevidad, Victor Hugo cometió una locura que aceleró su productividad. El autor estaba en desacuerdo con un plazo absurdo para completar Notre-Dame de Paris. Se sentó a escribir la novela en el otoño de 1830, prevista para febrero de 1831 (fue publicada en enero). "No hay problema ", pensó Hugo. "Si me quedo desnudo, no podré salir de casa". Entonces guardó toda su ropa bajo llave para evitar cualquier tentación de salir a la calle y se quedó sin nada que llevar a excepción de un gran chal gris tejido. Llegaba hasta los dedos de los pies, sirviéndole como uniforme durante muchos meses.